Partiendo
de Nairobi hacia Lago Nakuru, primer Safari: Flamencos, Karibús, Jirafas,
Rinocerontes blancos y Búfalos retozan a la sombra. Comemos al aire libre en
Makalia Falls y por la tarde llegamos a Punda Milia nuestra primera acampada.
Al día
siguiente alcanzamos territorio Masai, acampamos en Mara Explorers y a pie, visitamos
el poblado Masai y la escuela. Los niños nos dan la bienvenida con sus canciones
y nuestro espíritu se eleva; nos explican el plan de estudios y el proyecto de
inserción de alumnos. Nos divertimos saltando con los guerreros, inspeccionamos
sus chozas oscuras con su reducido e irrespirable espacio.
En el campamento saboreamos
una deliciosa cena bajo las estrellas y la tertulia en torno a la hoguera.
Tomamos unas copas, y ya desinhibidos y eufóricos, bailamos Paquito el chocolatero alrededor de la hoguera, los Masai miran alucinados. Esa noche las
hienas aullaron alrededor del campamento.
Después
de desayunar caminamos al risco Oloololo y observamos la sabana perderse en la
lejanía. El camión prosigue en pos del más emblemático rincón de África: Masai
Mara dónde horizontes sin fin, acacias y cielo azul dominan la inmensidad. Los
hipopótamos pasan el día en el río y en el humedal cercano dos leones solitarios
se refugian del calor, hay familias de elefantes y facóceros por todas partes.
Masai Mara nos regala una bella estampa, dos guepardos majestuosos se contonean
por la carretera y cortan el tráfico. No podemos contener la emoción ni el objetivo
de nuestra cámara.
Acampamos en Crocodile Lodge a la puerta de Masai Mara, esa
noche entre las estrellas reina la Cruz del Sur, la constelación que guía este
hemisferio. Por ella se orientaban las antiguas expediciones, soñamos con
aquellos tiempos salvajes y los valientes exploradores.
Al día
siguiente, último recorrido en Masai Mara y partimos camino del Lago Victoria.
El paisaje va cambiando, atravesamos un fértil y organizado valle con plantaciones
de té y eucaliptos, rodeado de verdes montañas.
Paramos en Keroka para
avituallarnos. La fértil y verde Kenia nos sorprende con su exuberancia,
mientras el camión se estremece en cada bache y los niños desde las cunetas nos
enamoran con su sonrisa.
Ya se
ve el Lago Victoria, la fuente del Nilo ha aparecido entre montañas. Las
Euphorbias dominan este paisaje con su forma de candelabro y la inmensidad del
Lago se pierde ante nuestros ojos. Las aguas espejean como la plata a la luz del
atardecer. Pasamos dos noches a orillas del Lago en Safari-Village disfrutando de
islas y poblados ribereños, de la navegación y de la ancestral pesca nocturna
con linternas.
Kananga Tented Camp |
De nuevo
en ruta a la frontera Tanzana, la fértil y negra tierra africana nos acompaña.
Los keniatas cultivan la tierra de manera amable y extraen sus tesoros: maíz, café,
mandioca..Tanzania
me transporta a lo más profundo de África al cruzar el río Mara el horizonte se
asemeja al lomo de un Cocodrilo, en sus márgenes crece el papiro y plantas
acuáticas.
Regresamos a la sabana, Serengueti nos recibe con una profusión de
ñus, gacelas, cebras, jirafas y nos abruma con su belleza y abundancia de fauna.
Como bienvenida tres leonas al borde la carretera a unos minutos de nuestro campamento:
Kananga Tented Camp, unas tiendas acogedoras dónde pasaremos dos noches. El
ambiente es mágico y sugerente, cenamos a la luz de las lámparas de keroseno y alrededor
de la hoguera nos entretenemos contando historias. Un sueño hecho realidad, me
siento en el centro de la Tierra.
Serengueti-Seronera,
nos regala un completo repertorio animal: cortejo de leones, guepardo hembra
con cachorros y presa cazada, hipopótamos en duelo por su pequeño muerto, hienas alrededor, leopardos sobre las ramas de
los árboles, elefantes, cebras, grullas coronadas….
Por la
llanura sin fin de Serengueti, el paisaje y sus pobladores se vuelven más
primitivos, mientras nuestro camión
envuelto en polvo marcha valiente por la estepa inmisericorde. En la lejanía
vislumbramos el relieve de un antiguo Volcán erosionado que en tiempos
pretéritos contempló los albores de la humanidad.
Ngorongoro
Ascendemos
por la falda del antiguo volcán hasta el borde del cráter a más de dos mil
metros. Nada más llegar, en los márgenes de la carretera un grupo de leones
disfruta la siesta mientras una manada de búfalos pasa por su lado al trote. Rezagados
una madre y su cría… una leona se lanza tras la tierna presa, consigue
agarrarla, la leona se debate con el pequeño búfalo que resiste con valor y
muge…. la madre búfalo aparece y la leona se marcha dejando libre su presa….
¡Por esta noche el pequeño búfalo ha salvado la vida! La escena nos estremece por su crudeza
e intensidad.
Dormimos
en Rino Lodge, un coqueto alojamiento de montaña en lo alto del cráter. A la
mañana siguiente bajamos al cráter en 4x4 envueltos en la niebla del amanecer y
en una vegetación espesa y verde.
Una vez
abajo el viejo cráter se abre ante nosotros: más de 20 kilómetros de sabana,
riachuelos y un lago salado. Los flamencos colorean de rosa las plateadas
aguas, los ñus recorren las márgenes del lago sin saber que hay leones
emboscados; demasiado distantes éstos no se molestan en cazar.
Más
adelante un elefante realiza su ritual: busca hojas tiernas, las arranca con la
trompa, las mastica.. Se arrasca la barriga contra un arbusto y continúa
indiferente a nuestra presencia. Llegamos al territorio de una familia de
leones que acaba de cazar un búfalo y el macho dominante ha devorado parte, las
leonas y otros machos esperan su turno.
Nos preguntamos si habrá suficiente para tanto estómago hambriento.
Dejamos
Ngorongoro después saborear el gran espectáculo de la naturaleza. Camino de
lago Manyara los baobabs mecen sus ramas desprovistas de hojas. Dormimos en
Nsia Lodge, rodeados de acacias centenarias.
Continuamos en avión, el motor de la Cessna ruge camino de Zanzíbar entre las nubes. Una
hora después, las aguas color turquesa del Índico. Un lugar paradisíaco, está
ante nuestros ojos: la isla de las Especias